En julio de 2024, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, reafirmó el objetivo de vender exclusivamente vehículos eléctricos nuevos en Europa a partir de 2035. Aunque dejó la puerta entreabierta para los combustibles sintéticos (e-fuels), el mensaje sobre las emisiones es claro: Europa no dará marcha atrás.
El comisario de Acción Climática, Wopke Bastiaan Hoekstra, lo ha confirmado recientemente: la Unión Europea no relajará las políticas climáticas ni los objetivos de emisiones. Sus declaraciones, que rechazan la posibilidad de flexibilizar las normativas, chocan frontalmente con las demandas de la industria automovilística y de sectores políticos como el Partido Popular Europeo (PPE), al que pertenece tanto él como Von der Leyen.
Una industria bajo presión: multas millonarias y empleo en riesgo
El sector automovilístico europeo atraviesa una de las etapas más críticas de su historia. Según estimaciones de la Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles (ACEA), el incumplimiento de los límites de emisiones para 2025 podría derivar en multas de hasta 15.000 millones de euros:
- 13.000 millones de euros en turismos.
- 3.000 millones de euros en furgonetas.
Además, estas restricciones obligarían a detener la producción de unos dos millones de vehículos, poniendo en peligro miles de empleos en toda Europa. Los fabricantes han argumentado que estas medidas afectan la competitividad y seguridad económica del continente, además de perjudicar a los consumidores por un posible aumento de precios.
Bruselas: "Los objetivos son necesarios"
Desde Bruselas, la respuesta a estas preocupaciones es tajante. La Comisión Europea sostiene que las normas actuales son esenciales para cumplir los compromisos climáticos legales y crear un entorno de inversión estable. "No podemos relajar los estándares sin poner en peligro los objetivos de emisiones de Europa", han señalado fuentes del Ejecutivo comunitario.
Hoekstra incluso minimizó el impacto de las multas impuestas en 2020, cuando Volkswagen, líder en Europa, recibió sanciones superiores a los 100 millones de euros, muy por debajo de las previsiones iniciales.
El dilema: emisiones vs. competitividad
La ACEA ha propuesto medidas de emergencia, como retrasar dos años los objetivos de emisiones y contabilizar el cumplimiento en una media de tres años, lo que permitiría incumplir las metas de 2025 y recuperarlas en 2026 y 2027. Sin embargo, Bruselas insiste en que no se contempla ningún cambio en los plazos establecidos.
Este debate llega en un momento crítico en el que la venta de vehículos eléctricos en Europa está muy por debajo de lo esperado. La presión de competidores como China y la caída en la demanda han obligado a muchos fabricantes a reducir sus objetivos de producción y ventas de coches eléctricos.
2035: Un futuro incierto pero inamovible
A pesar de la presión política y económica, la Comisión Europea no cede. La meta de alcanzar una media de 0 g/km de emisiones para 2035 sigue siendo innegociable. Para los fabricantes, esto supone redoblar esfuerzos en innovación y producción sostenible, mientras enfrentan un mercado cambiante y una competencia feroz.
La industria tiene un desafío monumental por delante: adaptarse a unas normativas que buscan garantizar un futuro más limpio, pero que también podrían redefinir el panorama automovilístico tal como lo conocemos.