La seguridad en los automóviles ha recorrido un camino largo y fascinante. Desde los primeros años del siglo XX hasta la actualidad, esta evolución ha pasado por todo tipo de fases: desde intentos rudimentarios hasta las tecnologías avanzadas que hoy conocemos. Aunque hoy en día el estándar está marcado por sistemas como los ADAS (Sistemas Avanzados de Asistencia a la Conducción), que incluyen funciones como la detección de peatones, el frenado automático de emergencia o el control adaptativo de velocidad, no siempre ha sido así. Hubo un tiempo en que la industria automotriz se vio impulsada por ideas excéntricas, curiosas y, a veces, poco prácticas, en un intento desesperado por mejorar la seguridad de forma inmediata y efectiva.
A continuación, exploraremos algunos de los inventos más peculiares que marcaron esa etapa. Lejos de las soluciones digitales y sofisticadas de hoy, estos dispositivos pretendían reducir los riesgos con medios mecánicos e ingeniosos, a menudo sin llegar a prosperar. Sin embargo, todos contribuyeron a forjar el camino hacia la excelencia en seguridad que ahora damos por sentada.
El “atrapapeatones”: Seguridad con muelles y tela (1939)
A finales de la década de 1930, cuando los coches comenzaban a llenar las calles, surgió en el Reino Unido un artilugio diseñado para proteger a las personas más despistadas. En 1939, dos inventores de Sheffield crearon un dispositivo montado en el frontal del vehículo que, ante la inminencia de un atropello, desplegaba un colector de tela con muelles. Este invento pretendía literalmente “atrapar” al peatón y evitar que fuera arrollado.
Pese a su carácter ingenioso, la idea no prosperó. Ya en 1927, una versión similar se había probado en Alemania con igual falta de éxito. Al final, el “atrapapeatones” quedó como un testimonio de la imaginación desbordante de la época, más que como una solución práctica.
Una ayuda para adelantar: Señales en el techo (1936)
Los adelantamientos en carreteras de un solo carril siempre han sido arriesgados. En 1936, un inventor británico diseñó un dispositivo montado en el techo del vehículo que pretendía indicar al conductor que venía detrás si era seguro o no adelantar. La idea era traspasar esa responsabilidad al coche más lento, ofreciéndole cierto control sobre la maniobra.
Sin embargo, esta curiosa propuesta, que otorgaba un poder algo absurdo al vehículo precedente, no resultó práctica. La falta de aceptación y la complejidad real de la circulación vieron cómo este invento quedaba en el olvido.
El coche cangrejo: Ruedas giratorias para aparcar (1938)
En 1938, el llamado “coche cangrejo” hizo su aparición en Londres. Su propuesta era sencilla y llamativa: incorporar ruedas capaces de girar lateralmente, facilitando así el aparcamiento en espacios reducidos. En un mundo sin sensores de aparcamiento ni cámaras de visión trasera, esta solución resultaba verdaderamente innovadora.
A pesar de que las autoridades británicas valoraron la idea, la llegada de la Segunda Guerra Mundial frenó su desarrollo. Curiosamente, hoy se recupera el concepto en modelos de alta gama y eléctricos modernos, lo que demuestra que aquella extravagante idea quizá se adelantó demasiado a su tiempo.
Un apoyo sobre ruedas para pinchazos (1960)
Los pinchazos siempre han sido un incordio. En 1960, se presentó en Londres un sistema que, colocado bajo la rueda dañada, permitía seguir circulando sin necesidad de una reparación inmediata.
El inconveniente era evidente: la velocidad que se podía alcanzar con este invento era prácticamente la de una persona caminando, ya que, en esencia, se trataba de un dispositivo con ruedas similares a las de un carrito de supermercado. Útil para moverse un breve tramo y no quedar varado, sí, pero nada más. Su limitada eficacia no permitió que la idea llegara a más.
El precursor del airbag: Procon-Ten (1986)
Antes de que el airbag se extendiera en el mundo del automóvil, Audi presentó en 1986 su sistema de seguridad Procon-Ten, basado en cables de acero que tensaban los cinturones y alejaban el volante del conductor en caso de colisión frontal. Era una especie de adelantado a su época, un intento de reducir las lesiones sin necesidad de gas a presión ni sensores electrónicos.
Con el tiempo, este sistema resultó innecesario con la llegada masiva de los airbags. Aquellas bolsas de aire, sencillas pero efectivas, terminaron imponiéndose como estándar en la industria, relegando el Procon-Ten al recuerdo de un pasado innovador, pero efímero.