En la senda de la sostenibilidad, el vehículo eléctrico se ha erigido como la estrella de un futuro más limpio. Sin embargo, en España, el camino hacia la electrificación se encuentra con notables baches. Los talleres mecánicos, esenciales en esta transición, deben estar al tanto de los desafíos que se plantean, y el informe eReadiness 2023 de PwC nos arroja luz sobre este terreno todavía por pavimentar.
Discrepancia entre renta y ambición: El poder adquisitivo como freno
Primero y fundamental, el nivel de renta en España actúa como una barrera considerable. Con un salario medio anual que ronda los 25.896 euros, muy por debajo de los 91.000 euros que se estipulan como promedio para los actuales propietarios de vehículos eléctricos en mercados más desarrollados, la brecha es evidente. Este factor económico desacelera el impulso hacia los vehículos electrificados, que apenas superan el 10% del total de las ventas, situándonos a la zaga de la media de la Unión Europea.
El rompecabezas de las ayudas públicas
El panorama de los incentivos públicos para la adquisición de vehículos eléctricos, aunque generoso en apariencia, encierra una serie de complicaciones que merman su efectividad. El proceso para obtener dichas ayudas se asemeja más a un intrincado laberinto burocrático que a un camino directo hacia la movilidad sostenible. La realidad es que los consumidores se encuentran con un sistema donde la ayuda no solo se demora en llegar, sino que cuando lo hace, frecuentemente se presenta en forma de desgravaciones fiscales aplicables en futuras declaraciones de la renta en lugar de un descuento directo en el momento de la compra.
Esta circunstancia de diferir el beneficio para más adelante dilata el impacto positivo que estas ayudas podrían tener sobre la decisión inmediata de comprar un vehículo eléctrico. No se trata de un alivio económico palpable en el instante crítico de la adquisición, sino de una ventaja financiera que se percibe a largo plazo, restándole atractivo al estímulo y dificultando que los conductores se decanten por un coche eléctrico frente a opciones más económicas a corto plazo. Este desfase en la percepción de la ayuda puede influir significativamente en la elección del consumidor, que en un entorno de inmediatez financiera y preocupaciones económicas actuales, puede optar por vehículos de combustión interna, percibidos como más asequibles y menos arriesgados desde un punto de vista económico.
Percepciones y expectativas: una brecha por cerrar
El estudio clasifica a los consumidores en tres segmentos distintos: quienes ya poseen un vehículo eléctrico, aquellos que se consideran probables compradores en un futuro cercano, y los escépticos que no se muestran inclinados a adquirir uno. Los escépticos, en particular, albergan inquietudes notables que actúan como barreras psicológicas y prácticas frente a la adopción del vehículo eléctrico. Estas barreras incluyen la preocupación sobre la longevidad y fiabilidad de las baterías de los vehículos eléctricos, así como el coste de estos vehículos en comparación con los tradicionales de combustión. Estos factores contribuyen a un sentimiento de reticencia hacia el cambio y ponen de manifiesto la existencia de una brecha significativa entre las percepciones actuales y las expectativas deseables respecto a la movilidad eléctrica.