Y es que limitar a una velocidad máxima de 30 km/h también puede tener contraindicaciones, pues no hay que olvidar que el viejo parque automovilístico español no ha sido diseñado para circular de forma constante a baja velocidad.
Hay una obviedad en relación a esta nueva limitación de velocidad, y es que en ámbitos urbanos, a menor velocidad menor gravedad de los accidentes y atropellos. Desde este punto de vista la medida tiene todo el sentido del mundo.
Sin embargo, el problema viene, según los expertos, cuando esta medida se implanta con carácter general en todas las calles que solo tengan un carril por sentido de circulación, pues ni todas las ciudades son iguales, ni todas sufren los mismos problemas de tráfico, siniestralidad o contaminación.
Gran parte del problema, en este sentido, está en que el parque móvil español está seriamente envejecido con una edad media de 13,2 años... y subiendo. Esto hace que las limitaciones de velocidad choquen con un parque móvil que no está preparado para adaptarse a esas nuevas regulaciones, y para el que conducir a ciertas velocidades puede ser contraproducente.
Los problemas de reducir la velocidad en ciudad
El principal problema de conducir a 30 km/h para ciertos coches entrados en años es que obliga al conductor a circular de forma permanente con la primera marcha engranada. Esto supone circular elevando el número de revoluciones, y disparando el consumo de combustible. ¿La causa? En muchos casos, circular a 30 km/h en segunda supone desplazarse casi al ralentí, por lo que ante cualquier demanda de potencia o necesidad de aminorar, el automovilista vuelve a insertar primera.
Esta forma de conducir, prolongada en el tiempo, provoca que realicemos una conducción en donde trabajamos casi en exclusiva con el acelerador, dando gas y reteniendo todo el tiempo. Este hábito es nefasto para los tacos del motor, pues provocamos que el propulsor genere movimientos en un sentido y otro que deben ser absorbidos por los citados tacos (silentblocks).
A ello debemos añadir el exceso de trabajo de rodamientos al funcionar en condiciones de elevada carga, sin olvidar por supuesto los sistemas anticontaminación donde la falta de un régimen de trabajo constante se traduce en averías en EGR y FAP.
En el caso de poder circular en segunda a velocidades en el entorno de los 30 km/h, el problema viene dado por el exceso de vibraciones y esfuerzos que supone conducir a muy bajas vueltas. Y si además hablamos de coches muy antiguos o mal mantenidos, también nos encontramos con los problemas de refrigeración que puede provocar circular a baja velocidad durante largos periodos.
En términos generales, se puede decir que la circulación urbana es poco recomendable para cualquier coche con motor térmico, especialmente si es un diésel dotado de sistemas anticontaminación modernos. Pero si a eso añadimos una velocidad aún más baja (20-30 km/h) y largos periodos de uso en estas condiciones, las posibilidades de sufrir una avería aumentan.
Híbridos y eléctricos ¿los grandes beneficiados?
Como reflexión final, quizá, los grandes beneficiados de estas nuevas limitaciones de velocidad en ciudad son los híbridos y eléctricos, unos vehículos donde el uso de un motor eléctrico les permite no solo no verse perjudicados, sino que sacan beneficio de la conducción urbana y la baja velocidad.
Ambos factores favorecen el uso de motores eléctricos ya sean de un tipo u otro, consiguiendo así una mayor eficiencia, nula sonoridad y menos averías ante la falta de partes móviles, caja de cambios, sistemas anticontaminación, etc.