Una transformación legislativa profunda que, como ya publicamos en la web de Asboc, supone todo un desafío para los grandes fabricantes que comercialicen sus productos en la UE. Retos e incertidumbres para los fabricantes, riesgo de multas multimillonarias para las marcas y peligro de desaparición para determinados tipos de automóviles.
Lo razonable sería pensar que los más seriamente amenazados son los más grandes y pesados, aunque la realidad es bastante diferente. Son precisamente los coches pequeños, ligeros y de precio bajo los que se pueden enfrentar a dificultades de supervivencia, según pública El País. Pero ¿por qué esta paradoja?
El objetivo medio de emisiones de 95 gramos de CO2 por kilómetro (que en realidad varía dependiendo de cada caso) sería inabordable en términos absolutos para algunos fabricantes. En concreto los que producen vehículos de gran tamaño y altas prestaciones.
Facilidades para evitar las multas
Para evitar un terremoto en el sector, la legislación que acaba de entrar en vigor contempla parámetros correctores para ayudar a estas empresas a intentar cumplir las exigencias señaladas.Uno de ellos es el peso medio de los coches que la marca haya vendido cada año y su relación con la media del mercado europeo. Mediante una fórmula matemática ideada para tal fin, las marcas cuyo peso medio de la gama supere al del mercado (en rangos de centenares de kilos) se beneficiarán de un determinado incremento adicional de gramos de CO2 por kilómetro que podrán añadir a su promedio.
Por el contrario, aquellas marcas con peso medio de gama por debajo del mercado europeo verán cómo se restan emisiones a sus objetivos, por lo que deberán realizar esfuerzos incluso superiores para alcanzarlos sin caer en penalizaciones económicas. Por tanto, el peso de los coches tiene un protagonismo evidente en calculo del CO2 de los fabricantes y penaliza curiosamente a los más ligeros.
¿De qué coches estaríamos hablando? Principalmente (aunque no exclusivamente) de los modelos del segmento A. En España, el año pasado, las matriculaciones en dicho segmento las lideró Fiat con el 500 (18.592 unidades) y el Panda (5.308), seguidos del Kia Picanto (5.173), Hyundai i10 (4.298), Toyota Aygo (3.714), Smart Fortwo (2.843), Citroën C1 (2.190), Smart Forfour (1.882) y el Peugeot 108 (1.750).
Los automóviles más pequeños, penalizados
Así, a las marcas les interesará vender coches grandes y pesados que elevan su promedio general, puesto que de forma paralela tendrán un margen superior de emisiones. Mientras, los modelos con menos kilos influirán de forma negativa en el objetivo de sus fabricantes, puesto que restará gramos de CO2 al conjunto de su oferta. Y ya siendo importante este aspecto, no es el único que perjudica a los automóviles utilitarios.Por una parte, resulta evidente la mayor facilidad para reducir las emisiones de un coche contaminante que de otro que ya las tiene muy ajustadas. Técnicamente es más sencillo bajar, por ejemplo, de 160 a 130 gramos de CO2 por kilómetro que de 110 a 90 gramos. Y también más barato, puesto que el económico es otro factor que perjudica a los coches pequeños.
La reducción de emisiones pasa de forma casi ineludible por recurrir a tecnologías costosas, principalmente algún tipo de electrificación, total o parcial, de las mecánicas. La Unión Europea, además, bonificará hasta un máximo de 7 gramos de CO2 por kilómetro la utilización de tecnologías innovadoras con resultados verificables, por lo que su adopción resulta también muy interesante para las marcas.
El inconveniente con los coches pequeños, y por lo general baratos, es que el incremento de precio de estas soluciones penaliza su posicionamiento en el mercado. Recurrir a cualquier tipo de hibridación tiene un impacto económico porcentualmente inferior en un compacto o un SUV medio que en un utilitario. Por no elevar el listón para llegar a los modelos de alta gama y prestaciones, donde el efecto de estas inversiones se antoja mucho más asumible.
Con este escenario parece razonable que ciertas marcas manejen ya la posibilidad de descatalogar algunos modelos pequeños que les penalizan por todo lo expuesto. Porque la alternativa a su desaparición es repercutir en su precio los incrementos señalados, el perjuicio económico que reportan al conjunto de la gama, en cuyo caso quedarían en su mayoría fuera del mercado. El resultado es que un utilitario urbano de segmento A puede tener un precio equiparable al de un compacto del segmento C.
"Queda por ver cómo la industria va capeando este temporal de efectos devastadores en algunos casos. Lo indiscutible es que el escenario va a experimentar transformaciones evidentes y apreciables por el comprador, puesto que las marcas están obligadas a cumplir con el objetivo de emisiones impuesto por la UE o a asumir cuantiosas multas que lleguen a hacer peligrar sus resultados financieros", concluye el artículo.