Lo dice Arturo Pérez de Lucía, director gerente de Aedive (Asociación Empresarial para el Desarrollo e Impulso del Vehículo Eléctrico) en una entrevista concedida al portal hibridosyelectricos.com.
¿Deben los talleres tradicionales temer a las nuevas tendencias de movilidad? Estas palabras de Pérez de Lucía vienen a confirmar que no. Sí es cierto, sin embargo, que los talleres deberán adaptarse (lo deberían ir haciendo ya) a esta nueva realidad para no quedarse atrás y poder estar preparados cuando la demanda de servicios de reparación y de mantenimiento de estos vehículos sea más generalizada.
En ocasiones parece que se tiende a unir estas tecnologías porque, parece, ese será el futuro de los coches (conectados, autónomos y eléctricos). Sin embargo, coches eléctricos y coches autónomos no tienen por qué ir de la mano. De hecho, existen otras tecnologías en desarrollo para la propulsión de los vehículos que, si bien aún son caras, podrían experimentar un impulso tal que dejaran atrás a los eléctricos como, por ejemplo, los de pila de combustible de hidrógeno.
Aún así, según la consultora MSI, el coche eléctrico supondrá el 35% de las matriculaciones en 2030, en el mejor de los escenarios, mientras que un retraso en el desarrollo de las baterías dejaría la estimación para ese año en un 15%.
Por su parte, el vehículo autónomo pasará de representar el 0,5% de las matriculaciones en 2020 al 20% en 2030, siempre en el escenario más optimista. En el más conservador, si no se dan los adelantos tecnológicos y legales necesarios, se quedará en el 10%.
Estas cifras muestran, no obstante que los vehículos más convencionales y parecidos a los actuales —con los avances propios de una industria en constante evolución— seguirán siendo mayoría, no sólo en parque sino también en matriculaciones.
¿Y cómo puede afectar todo esto a los talleres?
De acuerdo con la firma de inteligencia de mercado, este aumento de la penetración de los vehículos eléctricos no afectará a la facturación de los talleres de chapa y pintura, ya que estos sufrirán choques y rasguños como cualquier otro vehículo, pero sí los de mecánica, ya que las operaciones de reparación y mantenimiento podrían descender un 70%. No obstante, lo que se dejará de ingresar a causa del coche eléctrico lo compensará en parte el avance de otra tecnología.
Por lo que se refiere a los coches autónomos, éstos sí harán resentirse, a priori, los ingresos por reparaciones de chapa y pintura un 70% (ya que tendrán menos accidentes o al menos eso se espera). En tanto que aumentará el negocio derivado de reparaciones mecánicas, al ser estas más caras y complejas, un 40%.
De este modo, ni siquiera si ambas tecnologías se desarrollan y consolidan al mismo tiempo, los talleres actuales deben temer su masificación. Por un lado, los coches con ambas tecnologías unidas seguirán llevando trabajo al taller, aunque probablemente bastante distinto al que llega hoy a los establecimientos de reparación. Por otro, los talleres tienen tiempo suficiente para irse adaptando a estas tecnologías, adquiriendo la formación y equipamientos necesarios para mantener y reparar estos vehículos.
Por tanto, no parece que, a corto plazo, los negocios de reparación deban perder los nervios sobre su futuro, muy ligado hasta ahora a los motores de combustión. Unos propulsores que empiezan a estar muy cuestionados y que es más que probable que sólo con la hibridación (en sus distintos niveles) parece que puedan tener un mayor recorrido del que los más pesimistas auguran.
Y si hablamos de adaptación, estamos ante un desafío común a todos los mercados. Y para muestra un dato: en el Reino Unido hay 180.000 mecánicos, de los cuales apenas 1.000 están capacitados para reparar los 45.000 coches eléctricos que circulan por sus carreteras.